miércoles, 2 de septiembre de 2020

La Pantera negra (continuación casas)

Maria Mc Cluskey
Comisión 07
Profesor: Santiago Castellano
Consigna:  A partir de Casas: "Elija una historia menor, no desarrollada, de alguno de los dos relatos (por ej.: la historia del hermano del narrador de Ocio, partiendo de la ocasión en que caminaba con alguien por la calle para dirigirse a una casa ¿clandestina? de apuestas de caballos [pp. 19-21]; la historia de la paranoia del narrador y de su internación por drogas [p.16 y otra, en  Ocio]; la de las alucinaciones y la paranoia que sufre el narrador cuando vende y consume drogas con Roli [pp. 59-60, 61, 66-67,  en Ocio]; la visita a un departamento para alquilar [pp. 52-54, en Ocio]; el inicio de la relación con Susi en una fiesta [pp. 51-52, “Asterix, el encargado”]; la historia no desarrollada de otros personajes, como Roli o Picasso, en Ocio). Expándala a la manera de Casas; la historia elegida debe convertirse en el sostén de una nueva historia, donde se agregan nuevos personajes.  Por supuesto, su narración debe resultar autónoma. Extensión sugerida: entre tres a cinco carillas".
Primera escritura


La pantera negra

Una tarde, mientras charlaba con una tía vi cómo una pantera negra se me arrojaba encima. Me escondí debajo de la mesa. Como lo único que puede haber visto era el pañuelo que mi tía llevaba en el cuello, mis viejos decidieron internarme. Las pastillas me producían esas visiones zoológicas. En el hospital pasé dos días de alucinaciones. Recuerdo cuando me internaron, estaban mis viejos hablando con el médico, se los notaba preocupados. Se encontraban a los lejos, con lo cual, no oía de qué hablaban. Inmediatamente que se terminó esa charla, el médico se me acercó. Yo, todavía bajo los efectos de las drogas, recuerdo como su cara se había transformado en la de un gato. Al principio me asusté, pero decidí no hacer escándalo para aparentar que me encontraba en perfectas condiciones. Deje de escuchar lo que me decía el médico o más bien el gato. Se encontraba misterioso y hablaba con una gran tranquilidad. Sus ojos eran radiantes, llegando al nivel que sentía que me penetraba con su mirada. Hipnotizado por la mirada del gato, veo que detrás de él un animal negro pasa. 

-Es la pantera de vuelta- grito asustado.

-No hay ninguna pantera- contesta el gato.

-Me persigue- insisto.

De inmediato, siento como un líquido corre por mi cuerpo. Me habían inyectado para que me tranquilizara y durmiera. 

Me despierta un ruido. Al abrir los ojos, todavía un poco dormido por lo que me inyectaron, veía todo borroso. Siento una voz femenina que me habla. Me tocó los ojos para poder ver mejor. Estaba oscuro y no veía nada. Vuelvo a escuchar esa misma voz. Intenté seguir la voz con mi mirada, pero nada. Me paro en medio de la oscuridad. Comencé a seguir esa voz tan dulce. Parecía como un canto. Sin prender la luz, salí de mi habitación. El hospital parecía estar vacío. Veo a lo lejos una sombra más negra que la oscuridad que me rodea. La sigo. Me encuentro semidormido subiendo las escaleras. Caminaba sabiendo hacia donde iba. No recuerdo el trayecto con exactitud. Debe haber sido por lo drogado que estaba. Todo era silencio. Me veo parado en la terraza del hospital en plena noche. Me siento en el borde y dejo que el viento fresco de la noche me vuele los pelos de mi cabeza. Respiro profundo y disfruto esa pequeña sensación de libertad. La voz reaparece. Miro hacia un costado.Nadie. Miro hacia el otro. Absolutamente nadie. Me doy vuelta, y allí estaba. La pantera negra. 

Conversamos hasta que se hizo de día. Tenía algo muy dulce en su voz. Parecía querer enseñarme muchas cosas sobre la vida. Era como si mi madre me estuviera hablando. Hablaba pausadamente con mucha dulzura. Atrapado en la conversación, me olvide de que me encontraba hablando con una pantera negra. Si, un animal. En mi cabeza, en mi estado, todo tenía sentido.

Mi estado de comodidad y tranquilidad se vio interrumpido por una alarma. Allá abajo sucedía algo. Sentí como el alborto llegaba a mis oídos. La pantera intentaba advertirme de algo. Intenté escucharla pero no lo lograba a causa de esa maldita alarma. Intentaba leer sus labios pero era inútil, no entendía lo que me estaba diciendo. Su mirada me preocupaba. 

Sentí el golpazo de la puerta y un grito "Aquí está". La pantera desapareció inmediatamente. Mi cuerpo se rodeo de brazos abrazándome. Todos alrededor preguntándome cómo me sentía. Aterrado por el alboroto, me desmayé.

Me desperté rodeado de cables y un ruido molesto marcando mis pulsaciones. Estaban mis padres. Mi madre llorando me miraba preocupada.

-¿Por qué?- me dijo.

-¿Por qué, qué?- le contesté.

-¿Por qué intentaste suicidarte?-me susurró.

-No me suicidé, estoy vivo mamá.- le contesté.

Se tiró a mis brazos llorando desconsoladamente, mi padre indiferente. Mientras abrazaba a mi madre noto algo en el pasillo. La puerta de mi habitación estaba entreabierta. A causa de la lejanía fuerzo mis vista para lograr ver con más precisión qué es lo que se encontraba detrás de esa puerta. La pantera negra. Cerré los ojos. Los abrí. Ya no estaba más. Sentí que estaba cayendo en la locura. ¿Por qué estaba alucinando con una pantera negra que incluso hablaba? Pensé en mi estado y me tranquilicé. Decidí culpar a las drogas por ello.

Pasaron las horas y mis dos padres seguian ahi. Su presencia me incomodaba. Necesitaba salir de allí, pero era imposible. Quería estar solo, en mi cuarto, escuchando música. Es lo único que pedía, tranquilidad. Y por supuesto, que nadie me joda. El hospital, no era un lugar tranquilo. Constantemente veía, por el pequeño espacio que la puerta semiabierta me permitía observar, una gran cantidad de personas pasar. Había de todo, enfermeras, médicos, pacientes, familiares. Muy agotador.

Necesitaba que esa pesadilla se terminase para poder retomar mi vida. Ya no sabía si lo que veía era por efectos de los medicamentos que me daban o si era la realidad. Estaba confundido. Lo único que escuchaba eran los llantos de mi madre y seguido a eso pequeños discursos de que la vida si tenía sentido vivirla. 

El médico entra a mi habitación. Se lo notaba serio. Empieza a leer mis estudios médicos. De la nada, su rostro vuelve a parecerse al de una gato. Dejé de entenderlo. Las alucinaciones se estaban apoderando de mi. Cerré los ojos y me dormí.

Vuelve a estar todo oscuro a mi alrededor. Me vuelvo a levantar, pero esta vez me siento distinto. No es mi cuerpo. Alcancé a notar que tenia mas pelos de lo usual. Mis manos eran distintas. Me sentía más encorvado. Claramente no era yo. Pero al estar todo oscuro, no lograba verme del todo bien. El instinto me llevó a salir de mi habitación. Esta vez, ninguna voz me guiaba. Mi cuerpo o el de este nuevo ser, se dirige solo. Ya no tengo ningún control de mis movimientos. Solo observo. Me encuentro de vuelta en las escaleras. Pero no las subo, las trepo. 

Siento el viento en mi cuerpo desnudo. Hacía frío. La pantera negra estaba sentada mirando hacia el horizonte. Me dirijo hacia ella. Al caminar hacia donde se encontraba, noto algo raro en el reflejo de un charco. Me detengo para observarme. A pesar de la oscuridad, logré ver que se trataba de un animal. Intuyo que era un mono. ¿Por que me había convertido en mono? ¿Estaba alucinando de vuelta? ¿Estaba soñando? 

-Veni, acércate- me dijo.

-¿Percibís el silencio?- acotó

-Si- le respondí

-Así va a ser cuando yo no esté, un eterno silencio- dijo.


Me despierta la luz del día. La enfermera brutalmente abrió las cortinas para que entrara la luz del día. Confundido observé mis manos. Volví a ser yo. Me anunciaron que en instantes me iba a visitar el médico. todavía un poco dormido pienso en el sueño que tuve. Esa última frase. ¿Que significaba?

El médico entra y me anuncia que me daba el alta, mis estudios daban bien. Me di cuenta de mi  mejora al ver que se trataba del médico y no del gato con el  que alucinaba. Me cambié y volví a mi casa. Al llegar mi madre me esperaba con la comida lista. Mi padre junto a ella y mi hermano sentado en la mesa. Fue la cena que más disfruté. Charlamos mucho y comimos también. Fue divertido.

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El día estaba gris y volvíamos con mi hermano, mi padre y yo de enterrar a mi madre. No nos hablamos en todo el trayecto. Puro silencio. Almorzamos como era de costumbre en la mesa. Ninguno abrió la boca para hablar, salvo para comer. En silencio comimos y luego nos dividimos cada uno en su isla. Recostado en mi cama escuchando música, recordé ese extraño sueño. La pantera tenía razón, nos encontrábamos en un eterno silencio.


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