Comision 07
Profesor: Santiago Castellano
Consigna: Análisis sobre las distintas autobiografías
Trabajo Individual
Primera escritura
Autobiografías
Las 8
autobiografías propuestas en el cuadernillo cumplen con las características
canónicas del género aunque haya algunas que se distancien un poco. Es decir,
todas son narradas en primera persona del singular y el autor invoca la
autoridad de su propia experiencia y la autenticidad de sus recuerdos.
Todas coinciden en que la identidad del
autor, el narrador y el personaje son la misma. Y a su vez, el texto es una
narración, la perspectiva es retrospectiva y el tema es la vida individual, la
génesis de la personalidad del autor, escritor. Pero, hay algunas
autobiografías que al leerlas no parecieran ser autobiografías. Quizás me
sucedió a mí, por confundir el concepto de biografía con autobiografía. La biografía
da datos muy precisos sobre una persona, en cambio la autobiografía es más bien
a partir de la visión del propio autor y como quiere que lo vean y que quiere
que se sepa de él. Me paso principalmente con la autobiografía de Héctor Tizón.
Me sucedió que se me hizo muy confusa su autobiografía, ya que al final no descubrí
nada sobre él. Sentí poco relevante lo que narraba, sus recuerdos eran como
flashbacks que parecían aparecerle sin ninguna explicación y sin relación con
lo que estaba narrando.
Como lectora, la autobiografía de Héctor Tizan, no me
da indicios de cómo es el, más
precisamente no respondió a la pregunta ¿cómo llego a ser el que es? Tampoco
veo en esta autobiografía reflejada la historia de la personalidad de Hector
Tizón. Me sucedió lo mismo con la autobiografía de Ricardo Piglia en donde no
veo mucha la relación que tiene la historia de las cartas ajenas a él, en donde
se ve sumergido x el solo hecho de encontrarlas en las dos habitaciones de los
hoteles de Buenos aires y la Plata, con su vida o su historia como escritor. Más
bien siento que es una anécdota increíble que no sucede seguido, digamos
increíble en el sentido que parece una
ficción, algo inventado. Quizás siento que con esa anécdota no hay autenticidad
en sus recuerdos, pero como dice Juan Carlos Gorlier: “tal vez, la única prueba real de la autenticidad del recuerdo sea su
carácter inverosímil.”.
La primera autobiografía presente es la de Héctor Tizón. Esta construye, en mi
opinión, a un escritor un tanto desordenando, sin una línea cronológica que lo
guie. Se muestra una imagen de un escritor con una personalidad a un tanto
evasiva ya que sus recuerdos parecen un poco vagos, como si ni el mismo le
diera mucha importancia. Parece que ni el propio Héctor se toma en serio su autobiografía
y esto lo remarco por la cadencia de la palabra “Después” a la hora de contar
cada recuerdo. Esa cadencia hace que ningún recuerdo en si tome importancia o
llame la atención a la hora de leerlo.
La segunda autobiografía es de Alberto Laiseca. Refleja la imagen de
un escritor que se centra en lo esencial sin entrar tanto en detalle, es
literal en su relato. Aparentemente tuvo una vida poco atractiva, donde la
literatura fue su gran refugio. Esto último se refleja en su vida en pensiones
y los roces de la convivencia compartida en ese hacinamiento cotidiano que lo
llevo a escribir un libro, Los Sorias. A
través de esta historia, de los dos hermanos, Alberto nos muestra la dificultad
o quizás el tiempo que conlleva escribir: “Con los hermanos viví tres meses.
Para escribir la obra tardé diez años.”.
La tercera autobiografía es de Osvaldo Soriano. Se construye a través
de la relación con los gatos, y como el, en su vida, se ve rodeado de ellos.
Vemos aquí un cierto paralelismo con el reino animal, precisamente con los
gatos. Este paralelismo nos da indicios de cómo es la personalidad de Osvaldo,
el mismo dice: “hay gatos en todas mis novelas. Soy uno de ellos, perezoso y
distante”. A su vez, se da la imagen de una personalidad evasiva porque oculta
su vida, su personalidad proyectándose a través de otros, en este caso los
gatos.
La cuarta autobiografía es de Hebe Uhart. Aquí se ve muy bien
construida la imagen de la escritora. Es claro cómo se describe: “si me
interesa, leo mucho de lo mismo, autor o tema y si no, ignoro”, también dice
ser “prejuiciosa”. Todos estos indicios muestran una personalidad obsesiva, ya
que, en mi opinión, detalla mucho a la hora de escribir, sin olvidarse de nada.
Se ve la imagen de una persona optimista con respecto al devenir de la humanidad cuando rechaza: “que los jóvenes no
leen y van a ser ágrafos, que el mundo se va a destruir, que el país va hacia
la disolución, que el tango va a morir, etc.”. En fin, la imagen que trasmite
es de una persona que tiene muy claro lo que piensa, lo que le gusta y lo que
no.
La quinta autobiografía es de Sylvia Molloy. Aquí vemos reflejada la
personalidad de una escritora con tendencia a recordar mucho su pasado: “La
última vez que estuve en Buenos Aires […] Mi madre murió hace diez años.”. Esto
refleja una personalidad con rasgos melancólicos. También se la ve como una
escritora muy fantasiosa, con sueños raros y gran imaginación, eso puede darnos
un indicio de cómo es a la hora de escribir y de cómo se caracterizan sus
escritos.
La sexta autobiografía se trata de Vlady Kociancich. Aquí se ve reflejada la imagen de una
escritora muy detallista, donde aprendemos la vida de su familia y como ella
vivía sumergida allí. Cuenta también sus diferentes experiencias en Buenos Aires
y Europa y que fue lo que le aportó cada una de ellas. Veo una escritora que se
basa mucho en las experiencias para sacar sus conclusiones y enseñanzas: “Le
debo a Europa una identidad de escritora que mi país solo me ha dado lenta y
mesuradamente, con ese afán de madre que educa en el rigor, no en la ternura,
para templarnos el carácter. Le debo a Buenos Aires un amor por su gente y por
sus voces que no se extingue nunca, y mi única, verdadera conciencia de una
patria”. Es una escritora muy conectada
con sus raíces y agradecida, que no reniega ser argentina. A su vez, Vlady hace
eco del dicho popular: “nadie es profeta en su tierra”. Ella yéndose pudo ser reconocida
como escritora.
La séptima autobiografía es de Ricardo Piglia. La imagen que se
construye aquí es de una persona con doble vida y que eso parece afectarle pero
a su vez encuentra algo fantástico dentro de ella. Lo que llama la atención es
ese desdoblamiento de personalidad, Ricardo Piglia es dos personas a la vez: “Tenía
la vida dividida, vivía dos vidas en dos ciudades como si fuera dos tipos
diferentes, con otros amigos y otras circulaciones en cada lugar.”. La doble
vida que el lleva refleja cierta inestabilidad y falta de un espacio propio, ya
que vive entre habitaciones de hoteles transitadas por varias personas. Muestra
también a una persona nómade, es decir,
en constante movimiento, sin poder quedarse en un mismo lugar. La imagen que se
muestra es de un escritor que tiende a lo fantástico por la historia de las
cartas en la que se ve sumergida. Podríamos resaltar que a través de esta
historia el escritor se esconde para ocultar su personalidad. Ya que al
contarnos esta historia evita describirse.
La última
autobiografía es la de Rodolfo Walsh.
Es lineal y sigue un orden cronológico. Se muestra aquí la imagen de un
escritor detallista y ordenado en su escritura.
A su vez su autobiografía termina con una definición un tanto pesimista
de lo que considera el que es la literatura: “la literatura es, entre otras
cosas, un avance laborioso a través de la propia estupidez.”.
A la hora de leer las 8 autobiografías, en cada
una de ellas encuentro ejes, temas o procedimientos que las estructuran. En
primer lugar encuentro la cadencia del “después” como un procedimiento que
estructura el relato de Héctor Tizón. En segundo lugar, lo que estructura el
relato de Alberto Laiseca es su vida poco atractiva y como se refugia en la
literatura para liberarse de su cotidiano hacinamiento. En tercer lugar, en el
relato de Osvaldo Soriano el tema que estructura su relato es su cercana relación
con los gatos. En cuarto lugar, Hebe Uhart, en su autobiógrafa pone como foco
central su sistema de creencias. En quinto lugar, Sylvia Molloy pone como tema
principal el pasado y su nostalgia. En sexto lugar, Vlady Kociancich utiliza el
paralelismo entre sus familia paterna y materna y entre Buenos Aires y Europa,
para estructurar su relato. En séptimo lugar, Ricardo Piglia, para estructurar
su relato pone como eje el anonimato a través de los mundos escindidos. Por último,
Rodolfo Walsh utiliza como procedimiento su brevedad la hora de relatar su
vida. Se centra en lo importante y relevante para él. Pareciera que su autobiografía
este como listada cronológicamente con los recuerdos importantes de su vida.
Los recursos o procedimientos que más me
llamaron la atención fueron los utilizados en el relato de Osvaldo Soriano y
Ricardo Piglia. En el caso de Osvaldo Soriano, me llamo la atención que todo lo
que él hace, hasta su nacimiento, están presentes los gatos, como si el mismo
fuese un gato. El mismo afirma esto último: “Soy uno de ellos, perezoso y
distante”. Incluso, hacia el final, todo gira alrededor del Mundo gato, y será algún
gato quien escriba su biografía: “Yo no tengo biografía. Me la inventarán, un
día, los gatos que vendrán cuando yo esté, muy orondo, sentado en los bordes de
la luna.”. A su vez, el relato de Osvaldo Soriano fue el que me resulto más
atractivo por su manera cautivante de escribir, te atrapa desde el primer
momento. En el caso de Ricardo Piglia, me llamo la atención como el autor
utiliza el anonimato para preservar su
verdadera identidad.
Finalmente, para hacer mi propia autobiografía,
me inspiraría o copiaría de la autobiografía de Hebe Uhart. Seria literalmente
obsesiva en no omitir ningún detalle y lo relataría de manera cronológica,
dejando en claro mis posturas. Me inspiraría
también, de la segunda autobiografía de Inti Caporale Leal-Marchena porque me divirtió
como jugo con el objeto de la mesa para describirse. Yo creo que utilizaría también
algún objeto que haya estado presente en ciertos momentos de mi vida.